10 de diciembre de 2007

Presentación

Saludos a todos/as!
Que se extienda el saludos al glorioso pueblo venezolano tantas veces humillado, pero hoy reivindicado!


Primero que nada pido disculpas si me extiendo esta primera vez que escribo aquí, pero lo que llevo dentro tengo que expresarlo.

Yo soy marxista y por ende comunista y ser comunista, más que una posición política, es una manera de ser. Muchos de los hombres y mujeres que han pasado y luchan por nuestra razón de ser han reconocido que lo que los motivó a sumarse a este camino de lucha no fue, en un principio, la coherencia de la ciencia marxista, sino más bien el profundo sentido de lo humano que yace dentro de la idea de socialismo.


Es más, probablemente muchos de nosotros consideramos el socialismo como un mañana simplemente mejor, donde las personas vivan felices; antes de concebirlo como la etapa de la historia en que la fuerzas productivas han alcanzado tal nivel de crecimiento que la formas anteriores de vida social son superadas y con ellas todas sus contradicciones que encadenaban al hombre a una vida de explotación y miseria. Pues, es cierto, la revolución es ante todo una cuestión de amor y esta lucha está directamente conectada con el corazón y para ser sinceros primero hay que sentir para estar convencido y convencer a los demás. Recordemos al Che al respecto: “Si sientes el dolor de los demás como tu dolor, si las injusticias en el cuerpo del oprimido hiere tu propia piel... Si el sueño de los desheredados de esta sociedad cruel y sin piedad fuera tu sueño de una tierra prometida, entonces serás un revolucionario, habrás vivido la solidaridad esencial”.

Los comunistas pretendemos ponernos al frente de la marcha del pueblo hacia el camino definitivo a la felicidad, pero esto no es fácil, de hecho, por ejemplo al revisar los libros del Che, la palabra más repetida después de revolución es sacrificio. No sólo debemos enfrentarnos a la satanización que ha hecho de nosotros la clase dominante a través del cine, la televisión, los medios, sino que muchas veces debemos enfrentarnos a nuestras familias que han sido influenciadas por esta propaganda, lo que es muy doloroso para cualquier persona, más aún cuando se piensa que en el fondo todo este sacrificio es por ellos; ser comunista significa enfrentarse a los prejuicios impuestos por la cultura dominante.

Para ganarse la confianza del pueblo es necesario demostrarle con nuestro ejemplo que es posible un mundo distinto, para ello debemos convertirnos en una anticipación del hombre que existirá en la sociedad sin clases, el Hombre Nuevo. Lo anterior, en primer lugar, para romper con el mito que han levantado nuestros enemigos sobre nuestra figura y en segundo lugar para estar en consecuencia con nuestra vocación de vanguardia del pueblo.

Los revolucionarios verdaderos debemos ser los primeros en la lucha y los últimos en la repartición, de lo contrario no nos mereceremos la denominación de tales. Para ello, debemos comprender la importancia que tiene cada acto cotidiano, asumir cada tarea como la misión más importante, ya que así demostraremos nuestro compromiso y consecuencia, porque a través de nuestros actos reflejamos lo que somos y lo que aspiramos ser.

Pensemos que nuestra lucha es por la superación de la alienación, es decir, peleamos por la emancipación del trabajo del capital, ya que bajo este régimen económico (el capitalista) el trabajador existe para el proceso productivo y no éste para el trabajador, es decir, se vive para trabajar y no se trabaja para vivir, lo que trae como consecuencia que todo lo que el hombre produce no está al servicio de la humanidad, sino del lucro y el capital, por lo que las personas no se reflejan en lo que hacen y el trabajo en vez de convertirse en su trinchera desde donde se aporta a la sociedad, se convierte así en un martirio y lo que producen se vuelve en su contra, ya que a veces ni siquiera le alcanza para comprar lo que él mismo confecciona.

Para que el resto de las personas se sientan identificadas con el socialismo, primero se deben sentir reflejadas en quienes los propugnan, por lo que quienes asumen la elección de incorporarse a esta familia grande asumen un compromiso constante de superación personal. Ho Chi Minh, fundador del Partido Comunista Vietnamita, decía que el comunista debía vivir en una casa de vidrio para que todos vieran lo buen padre, hermano, hijo o vecino que era. Es más, un trabajador revolucionario debe caracterizarse por su responsabilidad y honestidad, debe ser el más puntual y quien más produce para después tener la moral para pararse frente a sus pares y hablar de una lucha disciplinada y de paso para no dar motivos, ajenos a cuestiones sindicales o políticas, a su patrón para que lo expulse del trabajo.

El mismo criterio debe aplicarse en los estudiantes revolucionarios, quienes no se pueden caracterizar por su mal rendimiento o conducta, por el contrario, se deben destacar por su espíritu de superación, reflejándolo en el mejoramiento de sus notas, esto no sólo por todo lo expuesto más arriba, sino porque “el rol de los jóvenes comunistas y de la juventud en general se sintetiza en una sola palabra: aprender”-como decía Lenin-, porque es necesario acumular la mayor cantidad de conocimiento para posteriormente ponerlos al servicio de nuestra clase, para lo que debemos asumir la educación que se nos entrega en nuestros colegios o misiones de una manera distinta, ya que si bien ésta viene con las deformaciones propias de una sociedad de clases, contiene elementos que nos permitirán enriquecer nuestras herramientas de lucha contra las injusticias, recordemos que el mismo marxismo es el producto acabado del caudal de conocimientos acumulados por la humanidad bajo el régimen capitalista, por lo que el estudio es un frente de lucha más donde los comunistas debemos demostrar nuestra entereza para superarnos a sí mismos y a las condiciones adversas propias de un sistema educacional parcelado que no entrega todos los elementos para desarrollar personas libres y creativas.

Ser comunista y/o revolucionario además es un acto de humildad, pues significa creer en el “nosotros” más que en el yo, en nuestra curso de vida partidaria muchas veces nos tocará quedar en minoría en alguna discusión, bogar por el cumplimiento de algún objetivo táctico con el que quizás no estemos de acuerdo, pasar malos ratos, que incluso nos hagan dudar de nuestra condición, mas un verdadero comunista subordina todo esto a su fe en un mañana distinto y en la necesidad de sumar su voz a otras para ser escuchado, como decía Fidel: “un sueño soñado por todos deja de serlo y se convierte en realidad”. Por otra parte, Pablo Neruda al respecto nos heredó palabras muy luminosas: “Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y antes de reiterar la adoración del individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como los engreídos impacientes.”

Precisamente, aspiramos a convertirnos en un ejército de hombres libres que combata por las conciencias y supere la espontaneidad, para lo que requiere la profesionalización tanto de sus métodos como en sus cuadros, la revolución necesita que seamos “ingenieros de la revolución y arquitectos de la sociedad futura” (Mao TseTung), necesita personas que no le dediquen a la revolución sus tardes libres, sino que hagan de su vida una lucha constante para hacer florecer nuestra sociedad.

Los comunistas necesitamos cultivarnos en el arte de la revolución, que estemos constantemente aprendiendo, aunque a veces nos equivoquemos y la oscuridad de la noche no nos deje percibir la cercanía del amanecer. Debemos tener siempre presentes las palabras del fundador del Partido Comunista Chileno, Luis Emilio Recabarren: “¡Luchar es vencer! No hay ningún obstáculo, por grande que sea, que no pueda ser salvado por la voluntad de los luchadores que tienen convicciones... ¿qué hay momentos de abandono, de debilidad, de desánimo? En el corazón de los convencidos sólo debe durar un segundo ese desanimo... Un momento de desconsuelo, un momento vencido, una lágrima escapada... ¡Nada más! En seguida, de nuevo, altivo, erguido, en el sitio de combate, entre la multitud desgraciada, alentándolos con el ejemplo, animándolos con la palabra, empujándolos al combate por la nueva vida, combatiendo, señalando el objetivo de nuestra lucha, marchando hacia él. Este es el deber de los convencidos, de los que tienen ideas... Si el abatimiento es contagioso, la alegría, el entusiasmo, el ímpetu en la lucha también es contagioso. Escojamos el mejor camino... Luchar es vencer (...) Volemos a los puestos de combate; y entre morir esclavos del hambre y del andrajo y morir luchando por la justicia y la igualdad, preferimos morir luchando...”

Atenta y revolucionariamente,

Valodia

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