16 de enero de 2008

Al Vaticano Le Importa Un Pito La Inquisición!


En la Plaza de San Pedro, después de haberle precedido una continua y engañosa propaganda durante todo el año 2000, el papa de entonces lanzó la famosa "Mea colpa por las culpas de los hijos de la iglesia". Ese proclamado "cambio de tortilla" se trataba supuestamente de nada más y nada menos que del reconocimiento público, luego de siglos de silencio, sobre los milenarios y oscuros crímenes del papado.

Surgió entonces la sospecha que se trataba de una operación táctica y de engaño, de una maniobra cuyo objetivo era facilitar la penetración del catolicismo entre los "laicos" y recuperar terreno entre los creyentes de otras religiones, en primer lugar los musulmanes, pero también judíos y ortodoxos. El entonces papa polaco agente de la CIA dijo: "Señor, dios de todos los hombres, en ciertas épocas de la historia los cristianos han condescendido a veces a métodos de intolerancia y no han seguido el gran mandamiento del amor, estropeando así el rostro de la iglesia, tu esposa. Tienes misericordia de tus hijos pecadores y acoges nuestro propósito de tratar de promover la verdad en la dulzura de la caridad, bien sabiendo que la verdad no se impone que en virtud de la misma verdad".

Una operación demagógica
El mismo agente número 1 de la CIA en Europa, el papa Wojtyla-Juan Pablo II, precisó y advirtió que "antes de disculparse hace falta establecer exactamente el por qué... Para la opinión pública la inquisición casi es el símbolo del anti-testimonio y el escándalo, de la intolerancia y de la violencia usada al servicio de la "verdad". ¿Pero en qué medida - el papa se preguntaba - esta imagen es fiel a la realidad?".

Luego de casi 8 años, no es sino hasta el 14 de enero pasado que por fin comparecen en un voluminoso expediente publicado por la Biblioteca Vaticana, las 29 relaciones del congreso pre-jubileo del que se desprende que la "verdad vaticana" es una decidida puñalada sobre la "leyenda negra sobre la inquisición", particularmente las del curador Agostino Filippi que define "lugares comunes" la tortura fácil o el impresionante número de heréticos mandados a la hoguera. Ahora resulta que las así llamadas "culpas en el servicio de la verdad” hay que verlas con otros ojos según los “estudiosos” del Vaticano, porque se trata de datos ínfimos: 36 mujeres “cocidas” en Italia y 59 "brujas" quemadas en España. Filippi se alarga en estadísticas y pregona que solamente arribaron a las llamas "salvadoras" el 3% de los más de 40.000 casos de la inquisición española entre 1545 y 1710 y que la responsabilidad de las autoridades “civiles” pesaba en la mayor parte; Por otro lado, ignora con absoluto desprecio los crímenes cometidos en nuestro continente.

Con eso se pretende afirmar que la inquisición no fue entonces tan cruel como se creía. La culpa es admitida a regañadientes en pocos casos, pero los culpables consiguen más que un atenuante. No estaba prevista, por ejemplo, una condena póstuma para los papas que perpetraron la inquisición y a este propósito llega en socorro la defensa del papa. Según el punto de vista del polaco traidor, hacía falta distinguir entre el "sensum fidei" y la mentalidad dominante de una determinada "época"; Es decir, cada crimen y cada papa deben ser juzgados en su tiempo y no con la conciencia de nuestros días, admitido y no concedido que hoy no se habla más sino que de tortura.

Los historiadores y los teólogos vaticanos, entre ellos los que se distinguían por su deshonestidad intelectual como Joseph Ratzinger (o NAZInger, actual papa Maledictus XVI), hicieron un esfuerzo tremendo para presentar con rostro humano, cual santa palomita, al Instituto de la Congregación de la "Santa Inquisición" de la Herética Gravedad y su Santo Tribunal; Siempre con el fin de mostrar el ejercicio de una rigurosa “legalidad” y una caritativa “suavidad” con respecto a los “condenados” a ellos confiados. Hoy, con NAZInger como papa, la revisión absolutoria de los crímenes de la "Santa Inquisición" es conducida con un silencio que basta a transfigurar en "errores", "debilidades humanas" y "casos específicos" la continuidad y la férrea despiadada lógica de poder en las instituciones judiciales de la iglesia católica al servicio de un estado teocrático y dictatorial fundado en el racismo y sobre todo en el terror, que encerró por siglos en el total oscurantismo y fanatismo religioso a buena parte de la humanidad.

Justificados y reorganizados los crímenes cometidos
De sol a sol se insiste en la "buena fe" de los jueces, en sus esfuerzos "para encauzar sospechas e intolerancia" y para no hacer sufrir a los "acusados" hasta afirmar que "...hasta que la literatura sobre la inquisición ha sido sobre todo de origen protestante... se ha podido demonizar tranquilamente aquella institución a exaltar de ello las víctimas como mártires de la verdad, toda una noción esquemática y superficial" según NAZInger. Recientemente, el celo se ha incitado hasta el punto de afirmar lo siguiente: “La herejía fue objeto de las preocupaciones inquisitoriales solo en mínima parte y en períodos circunscritos. Es más el tiempo que los investigadores le dedicaron a estafadores que se hicieron pasar por curas, a bígamos y polígamos que a “brujas” y prostitutas denunciadas como hijas del demonio por clientes decepcionados... Los herejes reales fueron casi todos frailes y curas… "La represión de la herejía" habría "sido compartida por la sociedad civil en su complejo".

En fin, justificaciones banales y revisionismo histórico es lo que abunda, más que "culpa" y arrepentimiento. El damnatio-correctio memoriae (la condena y corrección de aquellos hechos), entonces no ha sido más que un conjunto de documentos que convergen en remachar la legalidad del Instituto Inquisitorio.

Lo que se quema, se altera y censura es el discurso sobre los fundamentos, los procedimientos y el papel histórico central que ha tenido el proceso inquisitorio durante los siglos oscuros de la dictadura de la iglesia y las clases dominantes explotadoras aliadas a ella con el arrastre de sus principios fundacionales dejado en herencia a la “iglesia católica moderna".

Todo lo anterior demuestra que para el Estado monárquico y teocrático del Vaticano es imposible realmente tomar distancias de la "Santa Inquisición" porque eso significaría negar su propia partida de nacimiento y el método de gobierno de la iglesia católica que les contestó fielmente a su doctrina y a sus principios obscurantistas y absolutistas; Por lo tanto, ni el anterior papa, ni el actual ni los cardenales tenían o tienen ninguna intención de negar el pilar fundamental del enorme poder ejercido por la iglesia en los siglos pasados.

Este hecho, junto al estudio profundo de la milenaria historia de las injusticias de la iglesia católica, nos enseña que las jerarquías eclesiásticas por su propia naturaleza y función no son reformables, pero pueden y deben ser derrotadas con la realización del Socialismo; Un objetivo que puede ser compartido en mayor parte por los cristianos de la izquierda, al igual que los creyentes de las otras religiones… Basta ver lo que pasa en Venezuela.

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